Telarañas

por palabrasinaudibles

Tejía con delicadeza, sin prisa, con la certeza de quien sabe que las cosas más bonitas y duraderas surgen despacio y sin tener en cuenta el tiempo entre una puntada y la siguiente.

Daba toques certeros en una tela que no sabría hasta qué punto debía crecer. Las hiladas eran precisas y brillantes, fuertes. Tanto que resistirían la más terrible de las tormentas aun por llegar, sin saber si sería de viento o marea. De vez en cuando se detenía a observar su obra y se giraba hacia su única espectadora esperando su aprobación o su mirada reprobadora ante la invasión de un territorio que, en principio, no le pertenecía.

En aquella gran obra de simplicidad cabían muchas trampas para los más despistados. Aquel camino que fluía de manera natural para la tejedora, al igual que los peces que nadan con la corriente, era la trampa mortal para aquellos que intentasen burlarse de sus pequeños hilos plateados. Qué equivocados estarían aquellos si pensaron que la dulzura no está reñida con la fortaleza.

Yo miraba a aquella pequeña araña laborando incansablemente y no podía dejar de pensar en que todo ello me parecía una coreografía perfectamente orquestada. Casualmente sonaba de fondo una canción que me había devuelto el corazón y me preguntaba si la araña tejedora oía lo mismo que yo. Me imaginaba a mí misma labrando cientos de bifurcaciones como ella, al son de la música que me devoraba mientras me devolvía esa paz que llevaba tiempo buscando por el camino equivocado.

Me veía caminando de puntillas sobre esos hilos finos y fuertes como el diamante, y me daba cuenta de que quizá yo ya era un diamante que solamente tenía que comprender que todo cuanto necesitaba ya estaba ahí. Esperando a que yo le diera paso.

Perdí el tiempo mirando a la tejedora haciendo de su vida, de su destino, de su hogar y de su trampa mortal un lugar hermoso al que solamente unos pocos estaban invitados.

Y perdí el tiempo, también, imaginando que tejía al ritmo del sueño de luces en forma de la música que ahora no dejaba de resonar en todos mis sentidos.

Proyectando miles de caminos aun por descubrir; hermosos y robados de toda maldad.