Y de repente te regalo nada
Me emborracho en el anonimato de la ciudad, en los pasos apresurados que me llevan, una calle tras otra, a un destino del que no tengo ningún tipo de certeza. Me armo, enmascarada, en una multitud que no levanta los ojos desilusionados y me camuflo en ese flujo de caras sombrías a sabiendas de que soy fuerte en el anonimato.
Rompo mis zapatos contra el asfalto, me descalzo, me deshago de las capas que me cortan la respiración mientras los demás corren y huyen de la lluvia que nunca cae demasiado fuerte. Se convierten en el muro que me protege de los monstruos mecanizados que atormentan mi música.
No sé adónde voy, es la eterna incógnita de todos los que vivimos o al menos eso quiero creer. Así que dejo que mis pies descalzos me lleven hasta el infinito, dejo que se corten, que se desangren y que se lleve todo su color la lluvia que me destroza el alma como si de alfileres se tratasen. El problema es que no me queda hilo y tampoco sé qué tiene de cierto todo ese destino del que me habéis hablado vosotros, malditos maleantes.
Pierdo la cuenta de cuánto tiempo camino, de cuántas estrellas se apagaron durante mi ausencia y no sé si alguna vez las volveré a ver.
Y de repente nada. Esa de la que os han hablado miles de veces: la que te rodea en silencio absoluto, ausente de colores y de matices. Esa nada que te abruma con su poder, te sobrecoge y te hace pequeño.
Y de repente yo, tú y quizás también tus silencios ensordecedores.
Y alzas la mirada por primera vez en años, me observas desconcertado, veo en tus ojos tu perplejidad más desnuda que mi cuerpo calado hasta los huesos mientras analizas en qué momento perdí la cabeza.
Solamente tengo una respuesta y es que prefiero cortarme los pies mil veces antes que dejar de volar. Y es que no tengo un destino concreto, solamente tengo un presente que me roba la respiración, que me permite jugar a ser mil personas y solo una.
Tal vez tenga que ser una enmascarada en una ciudad que corre demasiado para mí pero tú, sí tú, tienes la oportunidad de venir conmigo, de jugar a ser quien quieras y volar mientras te cuento que lo único que tienes que hacer es alzar la mirada y buscar a alguien que te sonría con luz en medio de esa nebulosa que nos absorbe. Encuentra a alguien que sea fuerte en el anonimato, que se desnude de silencio, te enseñe un corazón sediento de vida y se emborrache de presente.